Escribo para emocionar a las almas inquietas, para enmudecer a las voces de la convencionalidad; para derramar lágrimas con una sonrisa en el rostro. Hay galaxias enteras que se crearon para dar lugar a estos párrafos. Lo único que le debo al Universo es un momento (no un lugar) para expresar el frenético ritmo de la existencia.
Escribo también para ti. Para que comprendas la inhabilidad de mi ser, la incompetencia de mis existir y la inutilidad de mi alma. Escribo para que compadezcas mi presente y mi extraña actitud.
No puedo rendir cuentas a nadie, ni siquiera al Universo mismo. Escribo con una expresión inmutable en mi cara para disimular mis arrepentimientos. No comprendo este mundo; pero ni siquiera eso justifica los desfiguros excedentes de la noche, del día y del invierno.
Causo admiración en aquellos que no me conocen y expectativas irreales en los que comprenden mi volatilidad. Ni siquiera la naturaleza misma cree en mis devenires y tampoco el aire escucha con regocijo mis versos. Es solo el viento, la tierra y el fuego quiénes toleran mi inconsistencia.
Me cuestiono el significado del todo; pero me convence el reflejo de tus ojos. Reniego el estado actual del Universo pero el sentirte cerca me embriaga de voluntad y existencia. Desconfío de las estrellas, pero tu rostro me hace creer en mis enemigos. Ofendo a todo lo que se considera sagrado; sin embargo la música sigue moviendo el viento de mi alma perdida. Soy contradicción y antípoda. Soy la risa que se oculta en la irresponsabilidad de la voluntad de los planetas. Soy lo que eres y lo que existe más allá de la serenidad. Soy la tensión de un voltaje perdido y la irreverencia de las nubes que vuelan por debajo de nuestras montañas.
Ni zafiros ni esmeraldas podrían representar la intratabilidad de nuestro conflicto. La sonrisa simulada en una expresión habla más allá de cualquier trovador. Y aun así, los círculos azules continúan rastreando una tradición de emociones perdidas y un campo de voluntades incompletas.
Sobre el autor:
Federico I. Compeán R.
Ingeniero mecatrónico, escritor, filósofo y demás otras actividades clasificatorias que hablan poco del individuo y mucho del entorno en el que se desenvuelve.
Su labor reflexiva pretende reposicionar la filosofía como acto y ejercicio de vida; como crítica y acto creativo a la vez.