El miedo es una emoción poderosa, compleja y fascinante. Es una de las grandes paradojas del existir. Nos sirve para sobrevivir tanto como para atormentarnos. Es la raíz de nuestras ansiedades y angustias al mismo tiempo que nos provoca acción inmediata, delirio, emoción y fuerza.
Diariamente su semilla germina dentro de nuestros corazones y se apodera de nuestra propia identidad. El fruto del miedo es tan diverso como la persona que lo siente. Emociones de ira, tristeza, desesperación, euforia e incluso una motivación irracional suceden cuando esa fruta madura, cuando los fantasmas despiertan, cuando las bestias devoran nuestro ser.
Es casi como una brutal alucinación, despiadada y súbita. La realidad no tiene importancia para el miedo pues este la crea, la dobla, la manipula a su antojo. Un árbol se vuelve un monstruo, un aullido evoca demonios, el viento se transforma en tormento y la noche se vuelve eterna. La mente se nubla, el cuerpo simplemente reacciona y el alma… el alma colapsa o se engrandece de acuerdo al carácter y fortaleza de quién sufre su acoso.
Si hubiera algún acuerdo sobre el miedo sería el de su irracionalidad. Su naturaleza es la misma que la del instante, y aun así las secuelas del terror y la desesperación nos acompañan para siempre.
En este número de Ataraxia compartimos publicaciones generadas a partir del potencial creador del Miedo y la Desesperación. Relatos que congelan esos momentos de angustia y los explotan en imágenes, descripciones, explicaciones y otras tantas emociones. Los textos se vuelven caleidoscopios de realidades atemorizantes y de momentos aterradores. Acompáñenos por este paseo a la raíz de esta grandiosa emoción.