¿Quiénes tienen miedo?
¿Una bacteria tiene miedo? ¿Una planta tiene miedo? ¿Un insecto?
Científicos que investigan emociones en insectos comprobaron que las moscas responden de forma defensiva a siluetas de depredadores. Las moscas tienen un sistema nervioso muy simple y evolutivamente se encuentran muy separados del homo sapiens, aun así necesitan el miedo.
Los neurobiólogos llaman cerebro reptil a uno de los tres niveles de la evolución del cerebro humano. Corresponde al cerebro ancestral, que rige la regulación de las funciones vitales, las necesidades primarias y el comportamiento primitivo (el miedo, el odio, el instinto de supervivencia).
El amor demostró ser una estrategia de supervivencia útil por el efecto sinérgico del apego entre los miembros de un grupo social. El amor sin embargo no es indispensable o común a todos los animales, el miedo es claramente una función de supervivencia indispensable entre animales, necesario para interactuar con nuestro riesgoso medio ambiente.
Tan adaptable es la naturaleza a su propia evolución que, por ejemplo, el gato desarrolló (sin desearlo conscientemente) una simbiosis con un parásito de nombre Toxoplasma Gondii el cual perpetúa su ciclo vital pasando de las heces del gato al ratón. Inicialmente ataca el tracto digestivo del ratón, afecta luego a leucocitos para usarlos como fábricas de neurotransmisores y/o crear quistes en el cerebro. De una forma no bien clara provoca en el huésped (el ratón) una disminución del miedo y la ansiedad, convirtiéndolo en presa fácil para su vector y socio, el gato.
¿Existe un humano sin miedo?
En humanos existe una enfermedad llamada Urbach-Wiethe. Una mutación en el cromosoma 1 afecta una proteína del espacio extracelular de algunas líneas celulares. Este error puede provocar progresivamente una calcificación en la amígdala por lo que su función se degrada también progresivamente. Los síntomas neurológicos avanzados son ausencia de miedo. Los investigadores exponen a los pacientes con películas de horror, arañas, serpientes, alturas, gente desconocida, etc.; pero ninguna reacción de miedo se detecta. Las respuestas inconscientes al miedo y también la percepción de emociones de los demás parecen estar canceladas. Por cierto el toxoplasma también forma quistes en el cerebro y daña a menudo la amígdala.
La amígdala es un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales de los vertebrados complejos, incluidos los humanos. El núcleo cortical está relacionado directamente con el sentido del olfato y el procesamiento de las feromonas. El núcleo lateral, que envía proyecciones al resto del grupo basolateral y a los núcleos centromediales, recibe proyecciones desde sistemas sensoriales por medio del tálamo. Por su fama la amígdala es conocida como el “Centro del Miedo”.
¿Cómo explica lo que me pasó cuando era niño?
En un capítulo de la serie de TV Perdidos en el Espacio, B9 (el Robot) se desprograma y ataca al indefenso hijo de la familia Robinson. Todavía lo recuerdo, pero para mis 7 años la escena del robot enorme con la orden de destruir fue del tipo intensa. Esa información visual llegó a la amígdala y la etiquete como peligro y se dispararon las señales de alarma. Estas señales inconscientes alcanzan otras estructuras como el hipotálamo y algunas del troncoencéfalo que se encargan de liberar hormonas y neurotransmisores que prepararon mi cuerpo ante peligro y para retener eso en la memoria. Ya que nuestro ‘Sistema de Detección de Peligros‘ está calibrado para que salten las alarmas ante la mínima sospecha de amenaza, tiene que existir un sistema de control de estas emociones, que nos permite distinguir si esa alarma está o no justificada. Para esto interviene la corteza prefrontal que pondrá esta información sensorial “potencialmente peligrosa” en contexto y mediará con la amígdala para que nuestra conducta sea adaptativa; es decir, que se ajuste a los riesgos justificados que maximizan las posibilidades de supervivencia (no para que corra o chille frente al televisor). Para esto, la corteza prefrontal tendrá que valorar el contexto “¿Es un ataque a mi o a un personaje?“, “¿es un robot de verdad o es sólo es un programa de televisión?“, “¿los robots son peligrosos?“, “¿realmente existen robots asesinos?“, “¿es probable que el robot salga de la televisión hasta la sala?“.
En función de toda esta información contextual la corteza prefrontal medial mandará señales a la amígdala con el dictamen: “Si, es un robot asesino. Peligro de Muerte Inminente. Hay que correr (no parece que luchar contra el robot sea lo más inteligente)”, o bien “Falsa alarma. No pasa nada. Solo es un capítulo de una serie televisiva. Quédate a ver qué pasa”. Todo esto ocurre tan rápido que solo pude pensar en lo que había ocurrido cuando la situación amenazante ya había pasado. Sin embargo, aunque fue falsa alarma, algo quedó como recuerdo relacionado a una potencial causa de riesgo.
En aquella experiencia en el patio oscuro, las difusas imágenes visuales que llegaron a la amígdala revivieron el evento anterior y reaccionaron al correlacionar el parecido. Nuevamente activaron el hipotálamo: Las hormonas y neurotransmisores alistan al cuerpo; se acelera el pulso y la respiración; los bronquios se dilatan; se tensan los músculos; se dilatan las pupilas y una sensación de miedo nos invade. ¿Falsa alarma? El contexto es diferente: Estás solo; no estás viendo televisión; los robots existen; ahí nunca hay nada y ahora hay algo. El resto lo enriquece la imaginación con lo más cercano en la memoria. Al final del microsegundo la reacción fue correr. No puede darse el lujo de perder el tiempo.
Es importante encarar el fenómeno de las emociones entendiendo los mecanismos que han comprobado más claramente su veracidad. Alejarnos de esas antiguas concepciones de que las emociones están en el corazón y son influenciados por espíritus. A pesar que Dios dijo endurecer el corazón del Faraón es más probable que haya endurecido su amígdala. Pero esto también nos permite darnos cuenta de que no tenemos tanto control de nuestro albedrío y que en muchas circunstancias actuamos de forma robotizada. Es un mecanismo de supervivencia ancestral, pero puede convertirse en nuestra mayor debilidad ante los espíritus de nuestra imaginación.
Pero aquí es importante distinguir varias perspectivas que conducen a una mala reacción. Existe tanto error en tener miedo a riesgos imaginarios como tener esperanza ante un riesgo real. La esperanza es la otra cara del miedo y también la que da sentido a la reacción. La esperanza de oportunidades reales es la otra parte de la supervivencia que nos permite aprovechar oportunidades para beneficiarnos.
"El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo". Alain Émile Chartier
Los riesgos y oportunidades imaginarias normalmente se fortalecen en el imaginario colectivo. La imaginación siempre es fortalecida de leyendas cuya narrativa recrea, al igual que una serie de televisión, las emociones del riesgo y la oportunidad. Cuanto menos se comprende al monstruo, más se le tiene miedo. Cuantos más poderes imaginamos tiene el héroe, más esperanza tendremos en él.
“A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza.” Sandro Pertino
Vamos a suponer un hombre primitivo escucha un aullido no normal bajo la luna llena, su imaginación tiene reforzado el mito del hombre lobo. Si el miedo es demasiado fuerte lo paraliza, no hay opciones. Si es solamente fuerte, no puede enfrentarlo por lo que huir es lo mejor. Si es fuerte pero no puedes huir (digamos está acorralado) su única opción podría ser enfrentarlo. Pero también la esperanza juega una diferencia. Si puedes huir pero cuentas con una lanza de plata, entonces la corteza pre-frontal pondera esa ventaja, si es tan fuerte como el miedo, la opción se balancea a enfrentar en vez de huir. La esperanza y el miedo imaginario luchan y se fortalecen en nuestra percepción de realidad. Y nos conducen a guardar una lanza de plata debajo la cama. El miedo es un epicentro, la esperanza determina el rumbo de la conducta.
Dime que tan grande es el demonio que te acosa y te diré que tan enorme es el ángel que requieres para estar en paz.
Marie Curie Dijo “A nada en la vida se le debe temer. Solo se le debe comprender”. De ahí que los niños que aún no comprenden muchas cosas (por tener pocas experiencias) tienen más miedo en general que los adultos. Los humanos primitivos seguramente también tenían mayores miedos que los contemporáneos pues comprendían menos. La ansiedad también es manejada con imaginación. En un experimento, Skinner demuestra que hasta las palomas hambrientas crean supersticiones al estar expuestas a comida que surge al azar. El cerebro con pocos datos construye series, proyecciones, predicciones y al final girar la cabeza es una explicación causa-efecto. Una leve coincidencia reforzada por la imitación de otros se transforma una tradición cultural.
Los curanderos a través de siglos han descubierto empíricamente la efectividad de una planta para curar una enfermedad o servir de veneno. No necesitan saber los mecanismos bioquímicos, pero saben que funcionan; experimentan tratamientos y conservan las mejores prácticas. Así los males del espíritu también requerían las mejores prácticas de cómo negociar esa anhelada protección de esos héroes mágicos. Estos nuevos curanderos de sociedades más complejas, los sabios de la tribu, crearon lo que dio más coherencia a las simples supersticiones, tradiciones y leyendas antiguas. Dieron respuestas a preguntas existenciales, todos esos fenómenos misteriosos, una consolación al miedo a la muerte y las consecuencias de violar el orden moral. Ellos proclamaron el mito más poderoso capaz de enfrentar los fuertes miedos y efectivamente alcanzar la paz, fue la religión. “No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa - Salomón”
El miedo siembra odio. Cuanto más se desconoce el objeto del odio más se fortalece con la imaginación de los perversos otros. Miedo a los amalecitas, miedo a los judíos, miedo a los musulmanes, miedo a los ateos, miedo a los negros, miedo a los inmigrantes, miedo a los comunistas, miedo a los burgueses, miedo al imperio, etc. La paz entre los hombres se construye con la comprensión y contacto con el prójimo y con el lejano. Se comprende en el plano de plena conciencia y el uso de la razón, no en el estado de estrés que el miedo obliga a tomar decisiones rápidas sin reflexionar.
Es importante distinguir los miedos espontáneos (propios del imaginario colectivo) y los inducidos por directores de la conciencias de la colectividad.
El miedo ha tenido una fuerte presencia como herramienta con fines de control social, control moral o control económico. Esto por su terrible eficacia y eficiencia en dirigir las conductas humanas.
La impotencia de la gente con autoridad de perpetuarse como líderes políticos, económicos o religiosos, ha conducido irresistiblemente a aprovecharse de la mayor debilidad del ser humano: el miedo.
Libros como 1984, Rebelión en la Granja o El Mundo Feliz nos ilustran que pasó, qué está pasando y qué pasará si no alcanzamos una buena salud mental mundial.
Reinventar el miedo masivo ha sido una constante. Si el apocalipsis tras el juicio final pierde poder amenazante comienzan con el énfasis en satán y el anticristo. Si ya no es suficiente satán, hacen visibles a los espíritus demoníacos encarnándolos en brujas, parteras, herejes y curanderas.
Los reyes siempre han aprovechado estos miedos para legitimar su poder. El casamiento por conveniencia del poder y religión duró mucho tiempo, hasta que la Iglesia ya no inspiró tanto miedo y condujo a una sana separación. Luego alguien manejo bien el odio a los burgueses, viva la revolución, viva el dictador.
Cuanto más conoces las causas del miedo, menos miedo estas producen. Donde existe más ignorancia, hay más miedo. Según la población objetivo se requiere nuevas causas, más contemporáneas. Las guerras siempre funcionan, provocan odio en los otros y luego el odio de los otros estimula el miedo que justifica la guerra. Los terroristas no saben para quién trabajan.
“¿Acaso no proceden de la boca del Altísimo los bienes y los males?” - Lm 3.38.
En occidente ya no existe una sola fuente de miedo o esperanza. Ya es moneda corriente de políticos, publicistas, padres de familia y periodistas. Tenemos miedo al terrorismo, a las epidemias, al fin del mundo, a los extranjeros, a los gays, a los que piensan diferente, a la crisis, etc. Pero quizás el miedo más cercano y más cotidiano es el miedo a no tener capacidad de compra, a no parecerse a los demás, a estar fuera de onda, a no tener el cuerpo ideal, a no tener el producto que anuncian en la televisión, etc. Estamos expuestos al terror de un grano de acné, al terror de quedar solterona, al sufrimiento de que no tengas likes en tus publicaciones, ansiedad por verse más sexy, miedo a no compartir un post de cadena, miedo a aburrirse, terror que tu equipo pierda un clásico, terror a no hacer fiesta de quince años o hasta no hacer fiesta de graduación de kínder. Y la esperanza de todos estos horrores está dirigida a tomar decisiones de votar, de comprar, de contemplar, normalmente por la imaginaria presión social. Vivimos un politeísmo.
Debe existir una profilaxis o una resistencia frente a esa debilidad humana.
No podemos extirparnos la amígdala ni la imaginación, ambas son base de nuestra humanidad. Hay que domarlas y disfrutarlas, pero en el territorio del yo, no en las profundidades del inconsciente donde el yo no existe. No podemos evitar que el medio ambiente social y la experiencia cultiven algún recuerdo de miedo en nuestra amígdala.
La corteza prefrontal tiene la capacidad de modular la consolidación de esas memorias y también de traer la decisión al plano consciente. La terapia ante las fobias funciona exponiendo al sujeto a experiencias atenuadas. Esto es que si tienes miedo a la oscuridad, pues poco a poco debes exponerle a penumbras y así varias veces hasta enfrentarse sólo ante la oscuridad. Sin embargo esta terapia depende mucho de una autoestima fuerte.
Si podemos exponernos ante el estímulo que provoca el miedo y racionalizar con calma y con valor su realidad requerimos confianza y racionalidad.
Pero…
¿Sabemos a qué le tenemos miedo?
Podemos preguntarnos el porqué de cada una de nuestras conductas o actividades del día. ¿Por qué lo hago? ¿Para qué?
En ese íntimo lugar de la causa raíz encontraremos los miedos que nos mueven, y quizás descubriremos la ausencia de miedos que nos podrían mover a una mejor dirección
"El miedo es como el fuego. Si lo controlas, te calentará y te mantendrá vivo. Pero si te controla a ti, te quemará y te destruirá."
Algunos budistas sugieren la costumbre diaria (al amanecer) de hacer esta afirmación: Hoy puedo morir. Esto conduce a aprovechar el día al máximo, en lo que realmente vale la pena. Aprovechar el día, es aprovechar la vida. La meditación estilo budista considero es un buen acercamiento práctico al control de la mente, en la que aprendemos a domar al miedo y a la esperanza.
Spinoza escribió: “Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.”
Sobre el autor:
Walter Zetzsche
Conciencia curiosa por encontrar evidencia confiable sobre la realidad común humana . Últimanente tratando de compartir perspectivas que permitan encontrar las falacias en las que inevitable mi ser se aferra.