-Fragmento de "Las sabidurías de la antigüedad, contrahistoria de la filosofía, I" de Michel Onfray
La escritura de los vencedores. Se podría continuar con la lista de nombres ilustres, todos los cuales dan testimonio en el mismo sentido: la escritura de la historia de la filosofía griega es platónica. Ampliemos el marco: la historiografía dominante en el Occidente liberal es platónica. Así como en el imperio soviético del siglo pasado se escribía la historia (de la filosofía) desde el único punto de vista marxista-leninista, así también en nuestra vieja Europa los anales de la disciplina filosófica responden al punto de vista idealista. Consciente o inconscientemente.
Así como un error o una distorsión de la realidad que se repite diez, cien, mil veces, se convierte en verdad (y más aún cuando su enunciación proviene de los grandes, los poderosos, las autoridades oficiales, las instituciones), este tipo de mentiras piadosas se encubre bajo un manto de certeza definitiva. Esta transfiguración del interés político de las civilizaciones judeocristianas –que celebran lo que las legitima y las justifica- constituye la razón de Estado de la institución filosófica.
Así las cosas, Platón reina como maestro, pues el idealismo, al inducir a confusión entre la mitología y la filosofía, da ocasión para justificar el mundo tal como es, para invitar a alejarse de la vida terrenal, de este mundo, de la materia de la realidad, en beneficio de las ficciones con las que se amasan esas historias para niños a lo que en última instancia se reducen todas las religiones: un cielo de ideas puras fuera del tiempo, de la entropía, de los hombres, de la historia, esto es, un trasmundo poblado de sueño a los que se atribuye más realidad que a lo real de la encarnación, una posibilidad para el Homo sapiens que consagra escrupulosamente todo su ciclo vital a morir en vida, a conocer la felicidad angelical de un destino post mortem, y otras necedades que conforman una visión mitológica del mundo en la que todavía hoy mucha gente permanece atrapada.
Las historias de la filosofía se despliegan para mostrar la riqueza de las variaciones sobre el tema del idealismo. Olvidan que el problema no reside en la variación, sino en la eterna repetición del antiguo estribillo musical del tema. Es verdad que Platón no es Descartes, ni éste es Kant, pero los tres, al repetirse veinte siglos de mercado idealista, monopolizan la filosofía, ocupan todo su espacio y no dejan nada al adversario, ni siquiera las migajas. El idealismo, la filosofía de los vencedores desde el triunfo oficial del cristianismo convertido en pensamiento de Estado -¡cuánta razón tenía Nietzsche en presentar el cristianismo como un platonismo para uso de la plebe!-, pasa tradicionalmente por ser la única filosofía digna de este nombre.
Hegel, el furriel de este mundo, dedica una energía desenfrenada a afirmar en sus Lecciones sobre historia de la filosofía, dictadas en la universidad –el lugar más ad hoc-, que filosofía solo hay una (¡la suya, evidentemente!), que todas las anteriores fueron su preparación, pues se desarrollaron orgánicamente según un plan -¡una especie de filodicea!-, y que esta construcción afirma la omnipotencia de la razón en la Historia, ciertamente, por Razón se superpone también a otros términos, como Concepto, Idea o… ¡Dios! La filosofía, confiscada desde el idealismo alemán por la Universidad, el Templo de la Razón hegeliana, pasa la mayor parte del tiempo por ser una “ciencia de la lógica”.
La gente bien situada no tiene nada que temer respecto de la supervivencia de su próspero mundo; después de Pitágoras, el Fedón de Platón le enseña la inmortalidad del alma, el odio al cuerpo, la excelencia de la muerte, la aversión a los deseos, los placeres, las pasiones, la libido, la vida; La ciudad de Dios repite hasta la náusea el mismo odio al mundo real en nombre, por supuesto, de un Dios de amor y de misericordia; y no esperemos que la Suma teológica de (Santo) Tomás de Aquino enseñe otra cosa; los Pensamientos de Pascal nadan en aguas igualmente turbias; lo mismo vale para Descartes o Malebranche; la Crítica de la razón práctica defiende ideas parecidas, aunque reformuladas en la escolástica trascendental de los “postulados de la razón práctica”, etc. La gente bien educada, héroes y heraldos de la historiografía dominante, iconos de los programas oficiales, rompecabezas preferidos de los aspirantes al doctorado en filosofía o de los que anhelan ser catedráticos y gozar de buena reputación oficial, ese ganado, objetivo de caza de la lista de autores de programa, ¡en la práctica no pone en peligro el mundo tal como está!