Foto: De la serie "Fecha de expiración" de Mariana Reyes
"Pero la vida no tiene otro final posible que la muerte".
— Rosa Montero
La veo a través del cuarto. B. está recargada en el marco de la puerta con la mirada ida. Con un vacío de todo, del alma, del cuerpo.
[Aquí estamos, en esta sala pequeña, pero casi llena de deudos, de gente que sufre por ausencias.]
Por si no fuera suficiente su delgadez, pareciera que la muerte de su madre le va a quebrar los huesos en pedazos. En polvo.
Pareciera que eso hace la muerte. Te reduce al polvo.
Rezan rosarios y ruegan por el alma del muerto en vez de rezar y rogar por ellos, por uno mismo, porque olvidan —o tal vez no saben— que lo peor es seguir, continuar y no morir en el intento. Los muertos, muertos seguirán, tal vez —yo no lo sé de cierto— ahí siguen, en un plano, en un tiempo y espacio distintos, pero nunca es lo mismo. Así que si hay que rogar por alguien, tendrá que ser por los vivos y su calvario que continua, que le llaman vida.
Alguien llora frente al féretro. Las lágrimas salen de no sé dónde. Salen y salen y no se pueden contener, porque el dolor es tanto y tan indecible. Tan definitivo y tan fulminante.
Sobre el autor:
Marcela Reyes
Mejor conocida en los bajos mundos del internet como Marcemars. Escribe, edita, traduce, da consejos sobre conejos y pone ñoñerías en Escritorio Público. En los últimos meses le ha dado por preguntarse cosas sobre la muerte, el duelo y el dolor.