Linda acostumbra a perderse en la bastedad de la existencia. A veces, cuando el día no es del todo gris, prefiere ir a un Café desconocido, pedir una copa de vino blanco y observar la gente pasar mientras simula que lee un libro. Otras veces prefiere ponerse audífonos y encender su iPod con el volumen en lo mínimo para poder escuchar las conversaciones de los demás. Lo que escucha son pláticas quebradas, oraciones incompletas y voluntades dormidas. Algunas le recuerdan su propia existencia, otras le hacen olvidar sus sueños.
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