¿De qué hablamos cuando nos dirigimos a los dioses? Cuando observamos hacia arriba o hacia dentro lo hacemos por temor. Tememos al tiempo, a la muerte y al silencio. Dentro de aquel miedo, en nuestras profundidades, encontramos el tedio.
El aburrimiento, en toda su banalidad, antecede a todos nuestros temores, desesperaciones y angustias. Se eleva como una niebla tenue que incomoda, pero no preocupa. Como un mal menor en una realidad de frenetismo, locura y violencia. Se le ignora, se le escapa y; ante todo, se le niega.
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